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Nuestros 3 Escritos

El asesinato de Marina

Una gran ciudad llena de gente es el mejor sitio para desaparecer. Para llevar una vida tranquila, donde poder camuflarte entre la multitud, y nadie te pregunte por tu pasado ni se cuestione tu futuro.

Donde nadie conozca ni la mitad de la historia ni la completa. La que llevas cargando a tus espaldas desde aquella noche en el río.

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Capítulo 1: El origen

Intentarán convencerte de que todo se puede arreglar, de que hay una solución, de que siempre puedes perdonar o ser perdonado. Hay veces que simplemente no es posible. Cuando lo mejor que puedes hacer es comprar un billete de sólo ida a una ciudad grande, donde a nadie le importa de dónde vienes ni a dónde vas, suele ser el momento donde es demasiado tarde para arrepentirse, para intentar arreglar tu vida.

“Buenas tardes, ¿sería tan amable de enseñarme su billete?” - preguntó el revisor, que había ido deslizándose por el pasillo entre los distintos compartimentos hasta llegar al mío.

Cuando los rumores sobre ti se hacen una bola grande que rueda y te persigue por las calles, empujada por las miradas de la gente. Cuando no hay escapatoria, y no te queda otra que encerrarte en tu habitación.

“Sí, claro. Tome.” - dije mientras le entregaba el billete. Lo marcó y se fue, sin decir nada más. No parecía muy simpático, desde luego, aunque los he visto peores.

Aunque simplemente no sea verdad, o que la gente sólo conozca la mitad de la historia. La mitad de la verdad. La mitad de la verdad sobre la muerte de Marina.

Después de que el revisor se fuera, me quedé sólo en el compartimento. Acosté mi cabeza contra el asiento, y el traqueteo del tren fue lo último que escuché antes de quedarme dormido.

Soñé que estaba en un edificio, un rascacielos. Eran unas oficinas de trabajo, muchas cabinas con gente trabajando. Una voz de megafonía sonaba, decía algo importante, pero no se acababa de entender. Caminé un rato por el lugar, aunque nadie parecía reparar en mi presencia. Todos estaban demasiado ocupados en lo que estaban haciendo.

Llegué a los ventanales, eran de un cristal oscuro, tintado por fuera. Al fondo se veía el horizonte cubierto de agua. Parecía que el edificio estuviera en mitad del mar, y cuando miré abajo vi la silueta de un barco de carga, el rascacielos estaba siendo transportado a una isla. El lugar de repente empezó a vibrar, y la gente se puso nerviosa. Todavía mirando por la ventana, sentía las pisadas y el nerviosismo de los trabajadores, que recogían papeles y rápidamente caminaban por los pasillos.

Entonces lo noté yo mismo. El edificio se estaba inclinando hacia un lado, por eso la gente estaba tan nerviosa.

Entonces me giré y la vi. Era ella, Marina. Aunque no la distinguí por su rostro, no lo veía, estaba borroso. Llevaba el mismo vestido de aquella noche, blanco, con flores del mismo color.

El estruendo del rascacielos chocando con el mar y las ventanas rompiéndose se...

La sombra de la noche

Tras abandonar todo lo que conocía, él creyó que el silencio de una ciudad desconocida le daría tregua. Que en algún rincón donde nadie supiera su nombre, los recuerdos dejarían de perseguirlo. Pero hay heridas que no se curan con distancia, y fantasmas que viajan contigo, incluso cuando sólo llevas una mochila.

En esta segunda parte, la sombra de Marina sigue viva. En sueños, en reflejos, en el peso invisible de la culpa. Mientras intenta reconstruir su vida con los pedazos que le quedan, empezará a notar que algunas cosas —por más que uno las entierre— encuentran la manera de salir a flote.

Una historia sobre la culpa, el olvido y los secretos que se aferran a nosotros como el agua a la ropa tras una tormenta.

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Capítulo 1: Arrastrando

Dicen que los fantasmas no existen, pero yo he visto uno. No el tipo que arrastra cadenas por un castillo ni el que aparece en fotografías antiguas con ojos vacíos. El mío aparece en el reflejo del espejo, en el chirrido de una puerta mal cerrada, en la risa de una mujer que no es ella, pero podría serlo.

Desperté con la garganta seca y el corazón desbocado. El zumbido del tren ya no estaba; en su lugar, un ventilador viejo giraba lento en el techo, como si se burlara de mí. Afuera, la ciudad rugía como un animal salvaje, invisible, esperando el menor descuido para morderte.

No reconocí el lugar al principio. Había alquilado la habitación por internet, usando un nombre falso. Pagué por adelantado una semana y llegué con lo justo: una mochila con ropa, dos libros que no pienso volver a leer y una libreta con una sola palabra escrita: Marina.

Desde que me bajé de aquel tren, no he vuelto a hablar con nadie más de cinco minutos. La soledad es extraña: al principio duele, luego se vuelve rutina. Y al final, te das cuenta de que siempre ha estado ahí, agazapada, esperando su turno.

Intenté hacer vida de nuevo, como dicen en los anuncios de medicinas. “Recupere el control”, “vuelva a ser usted mismo”, “empiece desde cero”. Pero nadie te explica qué hacer cuando no sabes quién eras al principio.

Todas las noches sueño con el mar. A veces es un lago en calma. A veces un monstruo negro que intenta tragarme. A veces es ella, Marina, que me llama desde la orilla con una voz que no reconozco, pero sé que es suya.

Y cada mañana, cuando despierto, hay una mancha de humedad en la pared que no estaba antes. Cada vez más grande. Como si el agua del sueño estuviera buscando un modo de colarse en mi vida.

Escrito 3: El renacer

Creemos que el pasado es algo que dejamos atrás. Que se queda quieto, como una foto vieja en una caja que nadie abre. Pero hay momentos en los que esa caja se abre sola, y lo que encuentras dentro ya no es sólo un recuerdo, sino algo vivo, latente. Algo que exige respuestas.

Después de meses escondido en una ciudad que nunca preguntó su nombre, el protagonista se enfrenta a lo inevitable: una pista sobre lo que ocurrió realmente la noche de la muerte de Marina. Una pista que no esperaba. Una verdad que podría reescribirlo todo.

Mientras los límites entre los recuerdos, los sueños y la realidad comienzan a difuminarse, deberá decidir si seguir huyendo… o mirar por fin a los ojos de aquello que ha estado evitando desde el primer libro.

Una historia sobre redención, memoria y la delgada línea que separa la verdad de lo que queremos creer.

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Capítulo 1: La resurrección

Volví a soñar con el edificio, pero esta vez estaba vacío. Las luces parpadeaban, como si alguien hubiera arrancado el cable de golpe. No había nadie trabajando. No había voces. Solo un murmullo distante, como si el mar hablara en un idioma antiguo que nunca aprenderé.

Desperté sudando, con la garganta seca. Afuera, la ciudad seguía su rutina: coches, bocinas, alguien gritando por teléfono. Todo normal. Todo igual. Todo... irreal.

Fue entonces cuando lo vi. Un sobre, metido por debajo de la puerta. Sin remitente. Sin dirección. Solo mi nombre escrito a mano, con una caligrafía que conocía demasiado bien como para no reconocerla. Aunque hubiera pasado tanto tiempo. Aunque estuviera muerto de miedo.

Adentro, una foto. Antigua. En blanco y negro. Marina, riendo, abrazada a alguien. Yo. Pero no recordaba ese momento. No esa ropa. No esa expresión.

Y una nota, escrita al reverso:

"No todo lo que crees que sabes es verdad. —A"

Ese día, entendí que escapar nunca fue una opción. Que lo que dejamos atrás, en realidad, siempre va un paso delante de nosotros.

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